Balsa Las Perlas nació como un paraje y con el tiempo fue creciendo a fuerza de su gente, de sus trabajadores y de sus familias. En 1987, se definió por ley provincial N° 2.189 como un barrio más dentro de la ciudad de Cipolletti, pero ese acto político lejos de traer desarrollo, planificación y servicios, terminó por condenarlo al olvido institucional. Hoy, con más de 20 barrios internos, Las Perlas ya no es un paraje: es una comunidad enorme, compleja, diversa y viva que merece ser reconocida, atendida y respetada.
Sin embargo, el abandono del Estado es evidente. El gobierno provincial y el municipio de Cipolletti han mirado para otro lado durante décadas. No hay servicios básicos garantizados, no hay una política seria de urbanización, no hay transporte público acorde, no hay presencia permanente del Estado en salud, seguridad o educación. Las gestiones vienen y van, pero Las Perlas sigue siendo “el barrio olvidado”.
Este abandono no es inocente ni casual. Tiene consecuencias concretas y dolorosas para miles de personas. La falta de infraestructura urbana, la ausencia de inversiones en caminos, redes de agua, electricidad y gas, y la desidia en cuestiones como la seguridad y el acceso a la salud, deterioran la calidad de vida de quienes allí habitan y se sigue agravando la situación cada vez más, ya que, están loteando indiscriminadamente si exigir los servicios mínimos . Mientras tanto, el discurso oficial repite promesas que jamás se concretan.
Y lo más indignante es la comparación con lo que sucede del otro lado del puente: la provincia del Neuquén está invirtiendo más de 11.000 millones de pesos para asfaltar el camino que une la ciudad de Neuquén con Balsa Las Perlas, dándole conectividad y dignidad a los vecinos… ¡de Río Negro! Mientras tanto, nuestra propia provincia —la que debería tener la responsabilidad principal sobre este territorio— no invierte ni un solo peso. Es la provincia vecina la que termina resolviendo lo que Río Negro ignora.
Las Perlas debería ser una ciudad, con autonomía, presupuesto propio y políticas públicas a su medida. Tiene tamaño poblacional, identidad y necesidad suficiente como para dejar de ser un «anexo» sin voz. No podemos seguir permitiendo que miles de vecinos vivan en la incertidumbre cotidiana por culpa de un modelo que solo prioriza el centro y se olvida de las periferias.
Desde mi lugar como legislador provincial, seguiré insistiendo en que se reconozca el derecho de Las Perlas a ser vista, escuchada y planificada como lo que realmente es: una ciudad en potencia, con historia, presente y futuro. Ya no alcanza con excusas: es hora de asumir responsabilidades y construir el Estado que Las Perlas merece.
*Legislador provincia de Río Negro
